Ir al contenido principal

El tiempo es oro


Ayer os contaba que si estos días los estás pasando en casa con niños, a aburrirte no dará mucho tiempo.

Pero si el caso es que estáis solos, el tema es bien diferente. Tenemos una cultura de salir. A trabajar, a tomar café, a reunirnos, al gym, o al yoga, o por supuesto, al bar a tomar una cervecita. Y ahora, de pronto, tenemos que parar. Nuestra agenda está vacía, nuestra rutina ha desaparecido. Y no sabemos muy bien qué hacer.

Yo no soy experta en estos temas, pero bien es cierto que me replanteo mis días y hago que sean valiosos, que cuenten. Que cuando esto acabe por supuesto voy a ser la primera en querer salir, pero mientras no podamos, creo que lo mejor es aceptarlo y sobre todo, ayudar fuera quedándonos dentro, y ayudarnos a nosotros.

Soy de las que piensa que esta crisis nos va a cambiar, y mucho. Nos está cambiando ya. Así que dedicaros tiempo quienes podáis, cantad bajo la ducha aunque desafinéis, haceros un homenaje cada vez que toque comer, que no sea sólo porque es la hora. Es vuestro/nuestro momento. Y mientras comes, quizá en vez de ver las noticias (otra vez), quizá puedes leer o ponerte una peli, una serie…

Aprovecha para echarte esas cremas que nunca tienes tiempo, pintarte las uñas, también las de los pies. Baila, haz ejercicio, descansa también.  Atrévete a hacer un puzzle, a pintar aunque no sepas, a cantar y escucharte y recordar esas letras de canciones de hace años. Leer, leer mucho, leer todo lo que caiga entre tus manos, y si no tienes libros (cuando podamos salir vete directamente a una librería, ya verás cuánto bien hacen), ahora tenemos miles de posibilidades por internet.


¿Estáis viendo cuánta solidaridad? Aparte de la que estamos viendo en nuestros héroes sin capa, todos y todas sin excepción. ¿Sois conscientes de cuántas opciones de ocio y cultura gratuita tenemos a nuestro alcance? Solo necesitamos algo tan básico en estos días como un Smartphone con internet, vamos a darle buen uso. Vamos a aprovechar esos libros que nos podemos descargar, música que nos ofrecen con esos directos de nuestros artistas. Vamos a aprovechar el tiempo, ese bien tan preciado que tanto echamos en falta en nuestro habitual día a día. 

Ahora que lo tienes, haz que sea verdad ese dicho de que es oro.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Unas capas más abajo, ahí es

Como si de una cebolla se tratara. Así creo que somos los humanos. Nos ponemos capas y más capas. La capa de quedar bien ante el qué dirán. La capa de lo que dicta la sociedad. La capa de mi propia autocensura cuando escribo, aunque esa vaya unida a la primera y a la segunda. ¿Cuántas capas tienes tú? Pues yo me estoy quitando. Poco a poco, claro, pero en el camino. Tampoco es que vaya a ponerme a andar desnuda, aunque me cuentan que el naturismo una vez lo empiezas no vuelves atrás. Quizá haya que probarlo. Las que sí me estoy quitando son las interiores. Como digo, muy poco a poco. Con mucho trabajo,   mucho esfuerzo y mucho tesón. Sangre, sudor y lágrimas que se dice también. Y mira, sangre no, pero sudor y lágrimas unas cuantas. Y no lo oculto, porque ningún proceso es fácil. Pero una vez que te vas quitando capas, sí que sientes esa liviandad. Y ya, igual que con el naturismo, no quieres volver atrás. Foto de Karolina Grabowska

No querer volver

Hoy recupero un texto que no es mío, es de María Robles, psicóloga co-directora de Essentia, Psicología y Bienestar, con el que no puedo sentirme más identificada. Resulta que yo -persona social y de calle donde las haya-   tras salir lo justo e imprescindible desde el pasado 14 de marzo, tras quedarme en casa en este confinamiento y pasar muchísimas horas conmigo misma o con mis hijos, no tengo ganas de volver. Y María lo explica a la perfección, como si hubiera entrado en mi cabecita. No quiero volver a lo de antes. A las prisas. Al hoy no puedo pararme. A la falta de aire. A ir corriendo a todos sitios y a pesar de ello no llegar. Por supuesto hay muchas cosas, y personas, ahí fuera que echo de menos. Por supuesto, me apunto a volver a sentir el tacto de la arena bajo mis pies. A sumergirme en el mar y sentir su frescor tras horas de sol. A viajar, conocer nuevas ciudades o volver a patearme las ya conocidas. Claro que sí. Pero por encima de todo me he propuesto se

En mi casa

En mi casa te encuentras purpurina en la toalla. Sí, me ha pasado hoy cuando me lavaba las manos al volver de la calle. Purpurina dorada.  En mi salón, además del mobiliario habitual, también tengo una cabaña. Bueno, realmente no es mía. Es el lugar favorito de mi pequeña. Donde se mete con sus rotus, sus muñecos y se esconde del mundo. ¿Quién no ha tenido un lugar así en su infancia? Mi casa a ratos es un pequeño (o gran) caos. Mientras la pequeña investiga cómo va a decorar su nuevo paquete de slime (no sucumbáis si no queréis moco pegajoso en cada silla del salón, por muchas advertencias que hagáis, o se quita de su altura o nada); el mayor (¿Cuándo ha sido que creciste tan rápido, hijo?) está manteniendo una conversación con sus amigos mientras me dice que es “la última”. ¿Os suena a las mamás de preadolescentes? En mi casa hay libros, música. Y luz. Y colores. Y sueños.  Y en esta etapa que hemos pasado y esperemos que se quede en pasado, no puedo más que dar gracias a la vi