Ir al contenido principal

No querer volver

Hoy recupero un texto que no es mío, es de María Robles, psicóloga co-directora de Essentia, Psicología y Bienestar, con el que no puedo sentirme más identificada.

Resulta que yo -persona social y de calle donde las haya-  tras salir lo justo e imprescindible desde el pasado 14 de marzo, tras quedarme en casa en este confinamiento y pasar muchísimas horas conmigo misma o con mis hijos, no tengo ganas de volver. Y María lo explica a la perfección, como si hubiera entrado en mi cabecita. No quiero volver a lo de antes. A las prisas. Al hoy no puedo pararme. A la falta de aire. A ir corriendo a todos sitios y a pesar de ello no llegar.

Por supuesto hay muchas cosas, y personas, ahí fuera que echo de menos.

Por supuesto, me apunto a volver a sentir el tacto de la arena bajo mis pies. A sumergirme en el mar y sentir su frescor tras horas de sol. A viajar, conocer nuevas ciudades o volver a patearme las ya conocidas. Claro que sí.

Pero por encima de todo me he propuesto ser capaz de coger las riendas, de creer en mí y en mis propias decisiones y hacer realmente lo que sienta, no solo lo que toque o ponga en el calendario. Disfrutar de todo, lo que más me gusta y de lo que menos, aprender.

Solo es mi reflexión tras leerlo y ver que no, que no estoy loca, que quizá lo que estoy es más cuerda.
Espero que os guste, y sobre todo, que os haga sentir.



PD: La foto de hoy es un delicioso recuerdo de un lugar mágico donde se pueden ver atardeceres tan espectaculares como este, y donde por supuesto, volveré. 


Comentarios

  1. Pensaba q era la única! 😘 😘 😘

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues creo que estamos muchos y muchas... Seguro que es para mejorar. 😘 😘 😘

      Eliminar
  2. Yo soy persona de disfrutar hasta del cambio de dirección al doblar una esquina ¿Cada día? 😏 Cada latido
    Un abrazo vidísima

    ResponderEliminar
  3. Aunque no siempre he sido así, serán estos días de estar conmigo que me han hecho ver la vida de otro color. Y oye, encantada con el cambio. Besos mil 😘 😘 😘

    ResponderEliminar
  4. No puedo si no compartir y sentir todo lo que has plasmado hoy Isa. Me he visto reflejado en cada palabra que has escrito. En ciertos momentos de “locura” llegué a pensar que algo iba a cambiar, las prisas, la manera de mirar a los demás, pero a día de hoy no lo tengo tan claro. Habrá que seguir hacia delante y mirar para atrás solo de reojo
    Besazo Isita, sigue así 😘😘😘
    P.D: comparte el sitio de esa coraza pleaseeeeee

    ResponderEliminar
  5. Andrés, quiero seguir siendo optimista y pensar que todo esto nos tiene que servir de algo, si a nivel global no conseguimos mucho, al menos a nivel individual. Yo estoy en ello y quiero seguir así. Claro que serán inevitables algunas cosas, pero creo (y espero) que tendremos mayor conciencia sobre otras muchas.
    Gracias por tus ánimos y tu apoyo siempre. Besos para todos.
    PD. Ese sitio tú ya has escuchado hablar de él, pero me lo guardo para dedicarle palabras bonitas en otro post 😉😘😘😘

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Unas capas más abajo, ahí es

Como si de una cebolla se tratara. Así creo que somos los humanos. Nos ponemos capas y más capas. La capa de quedar bien ante el qué dirán. La capa de lo que dicta la sociedad. La capa de mi propia autocensura cuando escribo, aunque esa vaya unida a la primera y a la segunda. ¿Cuántas capas tienes tú? Pues yo me estoy quitando. Poco a poco, claro, pero en el camino. Tampoco es que vaya a ponerme a andar desnuda, aunque me cuentan que el naturismo una vez lo empiezas no vuelves atrás. Quizá haya que probarlo. Las que sí me estoy quitando son las interiores. Como digo, muy poco a poco. Con mucho trabajo,   mucho esfuerzo y mucho tesón. Sangre, sudor y lágrimas que se dice también. Y mira, sangre no, pero sudor y lágrimas unas cuantas. Y no lo oculto, porque ningún proceso es fácil. Pero una vez que te vas quitando capas, sí que sientes esa liviandad. Y ya, igual que con el naturismo, no quieres volver atrás. Foto de Karolina Grabowska

En mi casa

En mi casa te encuentras purpurina en la toalla. Sí, me ha pasado hoy cuando me lavaba las manos al volver de la calle. Purpurina dorada.  En mi salón, además del mobiliario habitual, también tengo una cabaña. Bueno, realmente no es mía. Es el lugar favorito de mi pequeña. Donde se mete con sus rotus, sus muñecos y se esconde del mundo. ¿Quién no ha tenido un lugar así en su infancia? Mi casa a ratos es un pequeño (o gran) caos. Mientras la pequeña investiga cómo va a decorar su nuevo paquete de slime (no sucumbáis si no queréis moco pegajoso en cada silla del salón, por muchas advertencias que hagáis, o se quita de su altura o nada); el mayor (¿Cuándo ha sido que creciste tan rápido, hijo?) está manteniendo una conversación con sus amigos mientras me dice que es “la última”. ¿Os suena a las mamás de preadolescentes? En mi casa hay libros, música. Y luz. Y colores. Y sueños.  Y en esta etapa que hemos pasado y esperemos que se quede en pasado, no puedo más que dar gracias a la vi