Ir al contenido principal

De vuelta a las ondas



Creo que nunca he terminado de irme del todo. Ahora las disfrutaré dos semanas, en septiembre otras dos. El mismo cantar de cada verano. Después de un año, me reencuentro con las ondas. Con la radio. Y con la Cope, la que me vio nacer periodísticamente y la que sigue regalándome la posibilidad de hacer una de las cosas que más me gustan.
Y es que lo he dicho muchas veces. Echo de menos ejercer el periodismo. Ya sé que la época que he escogido para ello no es la mejor, pero no lo puedo evitar. Me gusta contar lo que pasa en el mundo, en este caso en mi ciudad.
Y ahora he vuelto. Sí, por unos días, pero lo estoy disfrutando. Me gusta hablar con mis oyentes, con los conocidos que hacen por buscar un hueco para poner el dial donde me van a escuchar y compartir ese rato conmigo. El 95.2, por si a alguien aún no se lo he dicho. De 12.30 a 13.30 horas.
Pues eso, que me queda aún una semana y media para seguir disfrutando de la satisfacción de hablar y saber que al otro lado hay gente que está esperando que lo hagas. Que está atenta a lo que cuentas. Que enciende la radio para sentirse acompañado en su trabajo,  mientras conduce, mientras está en casa, o simplemente, porque le gusta eso, escuchar la radio.

Hoy va por todos los que ponéis la radio para escucharme, los amigos y conocidos y también por todos esos oyentes anónimos que me acompañan cada día. Aunque sean poquitos días, sé que volveré, aunque haya que esperar otro año más. 

Comentarios

  1. Ánimo guapa ya mismo estás otra vez dando mucha caña ya lo verás. Porque te lo mereces. Besos. Irene.

    ResponderEliminar
  2. Estupendo e interesante blog .... lo seguiré atento.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Unas capas más abajo, ahí es

Como si de una cebolla se tratara. Así creo que somos los humanos. Nos ponemos capas y más capas. La capa de quedar bien ante el qué dirán. La capa de lo que dicta la sociedad. La capa de mi propia autocensura cuando escribo, aunque esa vaya unida a la primera y a la segunda. ¿Cuántas capas tienes tú? Pues yo me estoy quitando. Poco a poco, claro, pero en el camino. Tampoco es que vaya a ponerme a andar desnuda, aunque me cuentan que el naturismo una vez lo empiezas no vuelves atrás. Quizá haya que probarlo. Las que sí me estoy quitando son las interiores. Como digo, muy poco a poco. Con mucho trabajo,   mucho esfuerzo y mucho tesón. Sangre, sudor y lágrimas que se dice también. Y mira, sangre no, pero sudor y lágrimas unas cuantas. Y no lo oculto, porque ningún proceso es fácil. Pero una vez que te vas quitando capas, sí que sientes esa liviandad. Y ya, igual que con el naturismo, no quieres volver atrás. Foto de Karolina Grabowska

No querer volver

Hoy recupero un texto que no es mío, es de María Robles, psicóloga co-directora de Essentia, Psicología y Bienestar, con el que no puedo sentirme más identificada. Resulta que yo -persona social y de calle donde las haya-   tras salir lo justo e imprescindible desde el pasado 14 de marzo, tras quedarme en casa en este confinamiento y pasar muchísimas horas conmigo misma o con mis hijos, no tengo ganas de volver. Y María lo explica a la perfección, como si hubiera entrado en mi cabecita. No quiero volver a lo de antes. A las prisas. Al hoy no puedo pararme. A la falta de aire. A ir corriendo a todos sitios y a pesar de ello no llegar. Por supuesto hay muchas cosas, y personas, ahí fuera que echo de menos. Por supuesto, me apunto a volver a sentir el tacto de la arena bajo mis pies. A sumergirme en el mar y sentir su frescor tras horas de sol. A viajar, conocer nuevas ciudades o volver a patearme las ya conocidas. Claro que sí. Pero por encima de todo me he propuesto se

En mi casa

En mi casa te encuentras purpurina en la toalla. Sí, me ha pasado hoy cuando me lavaba las manos al volver de la calle. Purpurina dorada.  En mi salón, además del mobiliario habitual, también tengo una cabaña. Bueno, realmente no es mía. Es el lugar favorito de mi pequeña. Donde se mete con sus rotus, sus muñecos y se esconde del mundo. ¿Quién no ha tenido un lugar así en su infancia? Mi casa a ratos es un pequeño (o gran) caos. Mientras la pequeña investiga cómo va a decorar su nuevo paquete de slime (no sucumbáis si no queréis moco pegajoso en cada silla del salón, por muchas advertencias que hagáis, o se quita de su altura o nada); el mayor (¿Cuándo ha sido que creciste tan rápido, hijo?) está manteniendo una conversación con sus amigos mientras me dice que es “la última”. ¿Os suena a las mamás de preadolescentes? En mi casa hay libros, música. Y luz. Y colores. Y sueños.  Y en esta etapa que hemos pasado y esperemos que se quede en pasado, no puedo más que dar gracias a la vi