Ir al contenido principal

Hay días...




Hay días… Incluso semanas… Meses… Que se hacen largos. Que cuando te levantas por la mañana y visualizas lo que va a ser la jornada se te hace eterno antes siquiera de comenzarlo. Sea lunes o domingo. Sin ganas de salir a la calle, sin ganas de estar con nadie, de hacer nada. Porque no encuentras motivación en lo que haces, porque la rutina habitual -que en mi caso suele ser de vorágine diaria- no está y se hace cuesta arriba todo.

Afortunadamente han pasado. Creo. Ahora vuelvo a sentir ilusión, ganas, optimismo, fuerza. Una reunión de un domingo, en el que te plantean una nueva oportunidad laboral a pesar de la que está cayendo. Justo en el momento en el que empezaba a plantearme casi todo. En el que quería dejar atrás mi profesión, porque igual que me ha dado muchas satisfacciones, también muchas decepciones. Justo en el punto exacto en el que quería cerrar puertas y alejarme, para entrar en otros ámbitos. Para buscarme de nuevo, pero en otro sitio.

Una decisión que me ha dado mucha fuerza y mucho optimismo. Que me hace estar en contacto con mucha gente nueva, otra ya conocida. Y que me está aportando mucho. Es cierto, tengo que buscar tiempo y no sé de dónde sacarlo, pero es igual de cierto que lo prefiero así, para que mi cabeza no vague buscando alternativas a lo que siempre me ha gustado: comunicar. En la modalidad que sea, pero seguir comunicando.

Ahora me enfrento a muchos retos a la vez. Pero saber que hay personas que confían en ti porque llevan toda la vida viendo cómo trabajas y que te abren puertas cuando yo misma pensaba que ya no quedaba nada más... Es muy reconfortante. Y ahí estoy, ante estos nuevos retos que espero me sigan trayendo muchas cosas buenas. Por lo pronto, conocer a gente muy interesante, muy optimista, con ganas de hacer cosas nuevas y buenas y que te apoyan en cada paso que das.

Gracias a todas esas personas que aunque yo desfallezca estáis a mi lado. A las de siempre, a las de cada día, a las que habían desaparecido de mi vida y han vuelto con más fuerza. Y sobre todo a los dos que aguantan mi ánimo cada día, sea mejor o peor… Y que siempre están ahí, cuando tengo mucho trabajo y puedo dedicarles poco tiempo, y cuando tengo poco y el que estoy con ellos quizá sea menos alegre… A mis dos acompañantes de la vida, Pepe y Hugo.



Gracias.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Unas capas más abajo, ahí es

Como si de una cebolla se tratara. Así creo que somos los humanos. Nos ponemos capas y más capas. La capa de quedar bien ante el qué dirán. La capa de lo que dicta la sociedad. La capa de mi propia autocensura cuando escribo, aunque esa vaya unida a la primera y a la segunda. ¿Cuántas capas tienes tú? Pues yo me estoy quitando. Poco a poco, claro, pero en el camino. Tampoco es que vaya a ponerme a andar desnuda, aunque me cuentan que el naturismo una vez lo empiezas no vuelves atrás. Quizá haya que probarlo. Las que sí me estoy quitando son las interiores. Como digo, muy poco a poco. Con mucho trabajo,   mucho esfuerzo y mucho tesón. Sangre, sudor y lágrimas que se dice también. Y mira, sangre no, pero sudor y lágrimas unas cuantas. Y no lo oculto, porque ningún proceso es fácil. Pero una vez que te vas quitando capas, sí que sientes esa liviandad. Y ya, igual que con el naturismo, no quieres volver atrás. Foto de Karolina Grabowska

No querer volver

Hoy recupero un texto que no es mío, es de María Robles, psicóloga co-directora de Essentia, Psicología y Bienestar, con el que no puedo sentirme más identificada. Resulta que yo -persona social y de calle donde las haya-   tras salir lo justo e imprescindible desde el pasado 14 de marzo, tras quedarme en casa en este confinamiento y pasar muchísimas horas conmigo misma o con mis hijos, no tengo ganas de volver. Y María lo explica a la perfección, como si hubiera entrado en mi cabecita. No quiero volver a lo de antes. A las prisas. Al hoy no puedo pararme. A la falta de aire. A ir corriendo a todos sitios y a pesar de ello no llegar. Por supuesto hay muchas cosas, y personas, ahí fuera que echo de menos. Por supuesto, me apunto a volver a sentir el tacto de la arena bajo mis pies. A sumergirme en el mar y sentir su frescor tras horas de sol. A viajar, conocer nuevas ciudades o volver a patearme las ya conocidas. Claro que sí. Pero por encima de todo me he propuesto se

En mi casa

En mi casa te encuentras purpurina en la toalla. Sí, me ha pasado hoy cuando me lavaba las manos al volver de la calle. Purpurina dorada.  En mi salón, además del mobiliario habitual, también tengo una cabaña. Bueno, realmente no es mía. Es el lugar favorito de mi pequeña. Donde se mete con sus rotus, sus muñecos y se esconde del mundo. ¿Quién no ha tenido un lugar así en su infancia? Mi casa a ratos es un pequeño (o gran) caos. Mientras la pequeña investiga cómo va a decorar su nuevo paquete de slime (no sucumbáis si no queréis moco pegajoso en cada silla del salón, por muchas advertencias que hagáis, o se quita de su altura o nada); el mayor (¿Cuándo ha sido que creciste tan rápido, hijo?) está manteniendo una conversación con sus amigos mientras me dice que es “la última”. ¿Os suena a las mamás de preadolescentes? En mi casa hay libros, música. Y luz. Y colores. Y sueños.  Y en esta etapa que hemos pasado y esperemos que se quede en pasado, no puedo más que dar gracias a la vi